De Tomarrazón, un pueblito de La Guajira Media, salió “Francisco el Hombre”. Con su acordeón al pecho se internó por las trochas polvorientas de los contrabandistas y recorrió la maraña de caminos de herradura que por aquellos tiempos era el único medio de comunicación. De pueblo en pueblo, con sus pies cuarteados, iba seduciendo mujeres, tomando ron y contando las noticias recientes. Una noche en el ir y venir de su cantar vagabundo, se encontró cara a cara con el diablo y sin más alternativa que luchar por su alma, en un duelo de acordeón. El Credo, tocado al revés, decidió la contienda a favor de “Francisco el Hombre”; desde entonces las Piquerías son las formas más emotivas de juzgar quién es el mejor acordonero.
JUAN ARIÑO
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